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Crecimiento, pobreza y desigualdad

Para nada son halagüeñas ni las cifras del Gobierno ni mucho menos las estimaciones que ya se empiezan a conocer, tanto para el crecimiento económico como de las condiciones sociales en tanto pobreza y desigualdad.

Desde diferentes análisis se ha especulado sobre cómo se dará el comportamiento de la economía en el futuro inmediato. Los más optimistas, piensan que será en forma de V o a lo sumo, de U. Los moderados, me sigo incluyendo allí, hemos pensado que se comportará como el logo de Nike. Y los pesimistas como el francés Jacques Attali sigue sosteniendo que la economía caerá, se mantendrá estable un tiempo y después volverá a caer (en forma de silla) porque algunos sectores no solo se reducirán, sino que otros desaparecerán. Confieso que al pasar de los días y ante la falta de contundencia de las políticas públicas para enfrentar la crisis económica, la hipótesis de la silla me va convenciendo.

En efecto, de acuerdo con una consulta realizada por Fedesarrollo, en promedio, los analistas en Colombia esperan que la economía cierre el año con un decrecimiento del 7.1%, aunque son optimistas y esperan que el crecimiento se acerque al 4.1% para el año 2021. Parecen proyecciones románticas las del año próximo, primero porque si bien el 4% es un promedio histórico en el crecimiento de la economía colombiana, ya en los últimos años las tasas de crecimiento del país y de la Región habían estado marchitadas. Antes de la pandemia se esperaba tener un crecimiento un poco superior al 2%.

A esto hay que sumarle la pérdida de empleos en el país, Con una disminución hasta agosto de la población ocupada de 2.4 millones de personas y un aumento de la población inactiva en 1.6 millones, así como una tasa del desempleo nacional del 16.8% (19.6% para las 13 áreas metropolitanas), la caída de los ingresos de la población conducirá a una crisis por demanda como tal vez no se recuerde en la historia reciente del país. El alto desempleo y la caída de los ingresos se convertirán entonces en una bola de nieve, va creciendo al pasar de los días, dejando un lastre de empresas en cierre, la disminución del tejido empresarial, situaciones que requerirán más de un quinquenio para empezar a observar recuperaciones significativas.

Adicionalmente, y tras una reconceptualización y por ende un recalculo de las formas de medición de la pobreza el Dane hizo públicas las cifras de deterioro de la pobreza y la desigualdad. En Colombia una persona es considerada pobre cuando dispone de $327.647 mensuales para vivir ($210.969 si está en un centro poblado o rural disperso). El Dane presentó los datos para diciembre del 2019, mostrando como el 35.7% de la población colombiana está bajo la línea de pobreza. En las cabeceras urbanas es del 32.3% y en las siempre más golpeadas zonas rurales (centros poblados y rural disperso) alcanza a ser del 47.5%. Para tener una comparación, el promedio de la pobreza en América latina y el caribe es del 30.8%. Ya no en porcentajes sino en número de personas, esto significa que 661.899 personas se sumaron a la pobreza para completar 17.470.000 personas en esta condición, donde la situación de las mujeres es más crítica aún que la de los hombres.

En algunas ciudades la situación es absolutamente crítica, como es el caso de Quibdó (60.9%), Riohacha (49.3%), Cúcuta (45.5%), Popayán (44.9%), Santa Marta (44%) o Florencia (43.9%). La situación en las grandes ciudades tampoco es para alegrarse: Bucaramanga (31.4%), Bogotá (27.2%), Barranquilla (25.6%), Medellín (24.4%), y Cali (21.9%).

Fedesarrollo estima, de acuerdo con lo sucedido en este año 2020, que la población en condición de pobreza será al cierre del año del 49%. Garay y Espitia proyectan el cierre del año con una situación de pobreza entre 57.5% y 62.5%, Esto nos llevaría a una situación de prácticamente 20 años atrás.

A la par con esto la desigualdad en el país se ha seguido aumentando, tras algunos años de mejora, los años 2018 y 2019 han significado aumentos para ubicarse al cierre de 2019 en 0.526. Recuérdese que 0 quiere decir una distribución equitativa y 1 una concentración absoluta. Colombia sigue ocupando así los primeros lugares no solo en la región sino en el mundo. La desigualdad ha quedado manifiesta en esta pandemia, pero también ha dejado en la vulnerabilidad no solo a quienes recientemente habían logrado salir de la pobreza sino a quienes conforman la llamada clase media, que al perder sus trabajos o al disminuir sus ingresos quedaron, y se seguirán sumando, en una condición de vulnerabilidad y de dificultades de consumo, de acceso a diferentes bienes y servicios básicos.

Mientras tanto, la propuesta de renta básica de emergencia ha ido naufragando en el Congreso y el Gobierno pretende seguir con los auxilios, válidos sí, pero limitados, tanto a familias como a personas mayores y a las y los jóvenes. Estos montos que alcanzan a los $160.000 por familia, es decir cerca de un 15% del límite de la línea de pobreza no logran suplir la demanda de alimentos de una familia. Tampoco lo es el apoyo a la nómina de las empresas, la falta de demanda hace inútil la limitada ayuda, y los cierres y los despidos necesariamente seguirán siendo la característica. Salvaguardar el empleo y la demanda de las familias deberá ser la estrategia para incentivar la reactivación económica.

A todo esto, se suma que las y los campesinos están perdiendo sus cosechas, ya los efectos de la baja demanda hacen que a pesar de que han logrado mantener la oferta de alimentos, no están alcanzando venderla en los mercados. Así ocurre con la leche, el maíz, el frijol y la papa, por citar solo algunos casos. Los paperos han hecho un llamado a la emergencia y ya proponen un paro para el 13 de noviembre. Si la Renta básica de emergencia es una necesidad, debería ser una acción gubernamental inmediata la renta básica campesina.

Jaime Alberto Rendón Acevedo, Director Centro de Estudios e Investigaciones Rurales, Universidad de La Salle

Foto tomada de: portafolio.com
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