Beethoven Herrera Valencia
Soy un profesor universitario que, una vez jubilado, sigue enseñando y aprendiendo pues a mis setenta y tres años adelanto un posdoctorado. Tengo la concepción de que en la vida llegan oportunidades que hay que tomar y retos que hay que asumir, que uno debe montarse a los trenes y buses que pasan, pues a algún lugar nos llevan, aunque asumiendo riesgos.
Tomado de: https://isalopezgiraldo.com/albumes/personajes/beethoven-herrera/
ORÍGENES – RAMA PATERNA
Con el paso de los años he ido descubriendo que soy más tributario de mi padre que de nadie más en la vida. Esto es así, aunque tuve maestros muy importantes como Salomón Kalmanovitz, Absalón Machado, Antonio García. Pero mientras más vivo, más reconozco que lo que mi padre me brindó fue tan definitivo que apelo a sus enseñanzas, pues me invitó a reflexionar, a pensar sobre la vida. Entonces comienzo a abordar mi historia desde la rama paterna.
LÍBANO – TOLIMA
Soy de un pueblo fundado por colonizadores en la mitad del siglo XIX con la característica de ser excombatientes de una guerra civil perdida que, como el abuelo de Gabo, había salido de ella con una serie de ilusiones.
El Líbano, Tolima, fue fundado por gente del Peñol – Antioquia, dirigida por el general Isidro Parra quien viajó con un grupo de personas hasta un sitio en el que se encontró con dos quebradas y un valle muy fértil con cedros que le hicieron recordar a los del Líbano, de los que tomó el nombre para bautizar al nuevo asentamiento.
Es un pueblo trazado geométricamente en calles y carreras, como lo es Washington en los Estados Unidos. Sus habitantes eran librepensadores, no sé si rosacruces o espiritistas. Lo fundaron sin cura, sin cementerio católico y sin iglesia, estos vinieron después con la religión. Fue, además, el primer pueblo no fundado por españoles.
Al cabo del tiempo se convirtió en un centro educativo con seis colegios, públicos y privados, con bachillerato. Allí se disfruta de un clima templado-tibio, 21º, entonces la gente de la zona caliente del Río Magdalena, Alvarado, Venadillo, Roncesvalles, Piedras, subía al Líbano a estudiar, pues era un lugar tranquilo con esta única vocación. Pero también lo hacían otros que viajaban desde Tumaco para estudiar técnica industrial con profesores chocoanos.
Tuvo revolución bolchevique en el año 28, cuando hizo la revuelta que no logró el resto del país, aunque fracasó al quedar incomunicado. Fue un centro de ebullición cultural que me marcó muchísimo para luego estudiar historia, filosofía, y para ser muy crítico.
SU ABUELO
No conocí a mi abuelo, David Herrera. Tenemos un claro acento paisa por su fisionomía, color de piel y estatura, pero también el hablado y el carriel como símbolos del sentido de la laboriosidad y el empuje que me acompañan aún hoy cuando puedo estar activo once y más horas al día.
SU ABUELA
Mi abuela, Epifanía Parra de Herrera, fue inválida en silla de ruedas y sin voz. Murió cuando yo tenía ocho años. La recuerdo sentada en la puerta de su habitación mirando al patio donde corríamos quince muchachos.
De niño me encontré con que no tuve espacio en medio de tanta gente. Nací en agosto 20 de 1948 y mi siguiente hermano en marzo 11 de 1950 lo que hizo que me sacaran de la cama de mi mamá muy rápidamente.
Además de mi abuela enferma, de mi tía y sus hijos, y de mis hermanos, en la casa había marranos, cinco vacas, gallinas, plantas y naranjos, todos cuidados por mi mamá. Entonces tuve que abrirme ese espacio solo para encontrarlo en la mirada de mi abuela, quien se dio cuenta de que yo era goloso.
Como mi papá le llevaba a diario galletas de la calle, las escondía y, cuando yo pasaba por el patio, observaba con malicia que nadie la estuviera viendo, me hacía señas que indicaban que me acercara y me las entregaba a escondidas. Este era un acto de complicidad suya para conmigo.
SU PAPÁ
Mi papá, Jesús María Herrera Pérez, fue mi gran referente. Nunca lo vi borracho ni fumando ni jugando plata ni golpeando a mi mamá ni con deudas ni ofendiendo a nadie, pero tampoco nadie le faltaba al respeto a él.
Su carácter fue muy pacífico pese a que lo agredían. Alguna vez una vaca amaneció muerta por una herida con machete que le propiciaron, y él no reclamó; también le robaron, pero nunca ejerció la violencia. Se mantuvo firme pese a la época tan crítica que se vivió durante los años 50 y 60. Era liberal en un pueblo de mayoría liberal, y en el que había matones.
Pese a que no fue a la escuela tenía mucha información y fue muy culto. Mi padre fue liberal, librepensador y republicano en lo político, agnóstico en lo religioso, asistía a tertulias de rosacruces y creía en el espiritismo.
Si en las ideas no le hice caso, en las conductas sí. Fue un hombre madrugador y para mí esta ha sido una mina de ventaja muy importante. Tuvo un sentido de la disciplina muy fuerte. También un amor infinito por el trabajo y por la educación, así todos sus hijos fuimos los mejores estudiantes y nos hicimos profesionales cuando él vendía carne en el mercado público.
Su patrimonio fue el sentido de la responsabilidad, el del buen uso del tiempo, el de la laboriosidad, del amor por el estudio, del respeto sagrado de la palabra porque nunca firmó nada y siempre cumplió.
Cuando murió encontramos en su cajón de la mesita de noche una cantidad de letras firmadas por gente que le debía a él, que no le pagaba y que tampoco lo hizo cuando mi hermano mayor fue a cobrar. Decían que ya lo habían hecho, pero que no les habían devuelto las letras.
Un compadre le dijo a mi hermano que no siguiera insistiendo y le explicó que mi papá prestaba plata para que la gente estuviera en deuda con él y no él con la gente, y que no cobraba para que se sintieran sus deudores. Como prefirió siempre la paz, nunca les cobró, además, porque no fue apegado a lo material.
Veló por sus hijos, por sus sobrinos, por el niño pobre que de alguna manera adoptaba para que pudiera estudiar, por los perros de la calle que recogía, y a todos nos alimentaba igual.
Su forma de ver la vida, solidaria, disciplinada y laboriosa, no la aprendí en ningún libro, sino de él.
RAMA MATERNA
Mi mamá fue una mujer alta, bonita, elegante y mi padre tenía joroba en la espalda debido a un problema de columna pues se la había partido cargando bultos en el mercado. Que una mujer joven y linda aceptara casarse con un hombre mayor, sin atractivos físicos y con la espalda partida, supone que había otro tipo de identidad entre ellos.
Mi padre la idolatró, en la casa se hacía lo que mi mamá decía y él nunca la contradijo, jamás nos dijo nada contra mamá, mucho menos permitió desacatarla, fue la reina del hogar.
Mi mamá tuvo un don de mando que le permitió dirigir un ejército de veinte personas y asegurar que todo funcionara a la perfección. Y presumió de esto. Tuvo una capacidad de organización enorme.
Con una familia tan numerosa, no le era posible expresar su afecto a través de abrazos o besos, pero se aseguraba de que no nos faltara la comida puntual, de que tuviéramos la ropa al día, de que estudiáramos, de que celebráramos los cumpleaños y de que estuviéramos todos en casa. Zurcía medias con un bombillo, les marcaba los nombres a los pañuelos y en lugar de hilo usaba cabello. Pero también sembraba zanahorias, arriaba las vacas, cuidaba las ollas y nos regañaba: todo lo hacía al tiempo.
Las señoras que me cuidan recuerdan que en las conversaciones que tuvieron con mi madre, antes de su Alzheimer, ella les decía que fui quien más le ayudó con las tareas domésticas.
Se alfabetizó a los cincuenta años cuando asistió a la escuela, siendo todos sus hijos ya profesionales.
CASA MATERNA
Desde que yo estaba muy niño llegó a vivir con nosotros la hermana de mi papá, Anatilde Herrera de Hernández. Su esposo había sido asesinado en la violencia del Tolima, entonces viajó desde Armero. Llegó con sus cinco hijos que se sumaron a nosotros.
Si se revisan los nombres de mis hermanos puede encontrarse que mi papá tenía una formación tal que, sin haber ido nunca a la escuela, fue muy culto para bautizarnos pues adoptó nombres como: Benhur, Galileo, Darwin, Tirsa, Beethoven, Lincoln y Sócrates. Adrubal Quiroga es nuestro hermano adoptivo de crianza, hijo de la señora Herminia Quiroga, a quien decíamos Meme, que trabajaba en la casa y a quien sentí como una mamá adoptiva.
Algún día le pregunté la razón de nuestros nombres y me dijo: “Es que Galileo defendió que la tierra se movía y lo condenaron, cuando tenía razón. Darwin habló de la evolución y corrió la misma suerte. A Sócrates le tocó tomar cicuta pues lo perseguían porque enseñaba a no creer en dioses y prefirió suicidarse antes de que lo mataran, pues, con toda seguridad, iba a ser condenado. Beethoven hizo una sinfonía que dedicó a Napoleón, quien se hizo emperador, entonces rasgó la dedicatoria pues él era republicano.
FORMACIÓN
Tenía la edad para comenzar a asistir a la escuela cuando nació mi hermano menor, Sócrates, en la casa y en medio de pirotecnia debido a la fiesta religiosa pues era el día de San Antonio.
Entonces mi papá me dijo: “Como tu mamá tiene tanta responsabilidad, tú te vas a encargar de cuidar a tu hermanito”. No entendí qué significaba eso, si cargarlo, si jugarle. De modo que Sócrates de mi mano aprendió a caminar y lo llevé al parque, pero yo no fui a la escuela.
Esto determinó muchas cosas en mi vida, como el hecho de que mi tía, que era muy buena lectora, me enseñara a leer, a escribir, a sumar, a restar, a multiplicar y a dividir, y a que declamara poemas en público.